a

El raconto de Gustavo Santaolalla

Fotografía: Gentileza de prensa

El músico y productor eligió la Ciudad de La Plata para realizar el único show que dará en la región durante la parte final del 2018. Facundo Arroyo habló con él sobre la presentación de Raconto, el disco que se ganó un Gardel y que fundó la gira Desandando El Camino con una banda de ensueño.  

Federico miraba sin pestañear, Marcelo movía la cabeza y Julio se rascaba la barbilla con su mano derecha. Los hermanos Moura estaban callados. En plena grabación de Recrudece buscaban parámetros para hacer prosperar la modernidad en la música. Escuchaban atentamente a Gustavo Santaolalla que estaba grabando su propio disco de New wave. A diferencia de sus contemporáneos -fundadores del rock argentino- ya tenía el pelo corto y la camisa abrochada hasta el último botón. Corría el año 1982.

“No hablaban mucho, eran muy tímidos conmigo y yo los miraba con cariño. Siempre me atrajeron las propuestas nuevas, nunca me sentí amenazado. Siempre estuvo en mi voz la recomendación a lo que me parecía que estaba bien”, dice ahora Santaolalla desde Los Ángeles. Acaba de levantarse pero se acuerda de su noche de trabajo: “Me hubiera gustado hacer un poco más”, aclara y piensa sólo en un día, el que acaba de esfumarse con la noción del tiempo.

Tan rápido corrió la vida del artista popular que no llegó a presentar nunca sus cuatro discos solistas. Santaolalla (1982), el grunge GAS (1995), el instrumental Ronroco (1998) -que habilitó la importante faceta de compositor de música para películas- y Camino (2014), también instrumental. “Nunca los toqué en vivo”, asegura y explica: “Se fue dando por distintos motivos. Porque estaba muy involucrado con el sello, y también porque se fueron planteando otras circunstancias. Pero lo interesante fue cuando empecé a escuchar la música de nuevo, me di cuenta que había una atemporalidad”.

Lo cierto es que Gustavo Santaolalla puso una pausa en su abultada actividad artística, miró en perspectiva por primera vez en su vida, armó una banda de ensueño y pensó un repertorio desconocido hasta para él. Canciones que sonaron poco o que nunca salieron al aire. No se anda con vueltas: grabó lo que se llamaría Raconto (ganador de un premio Gardel) y arrancó una gira llamada Desandando el camino.

Luego de casi 50 años de carrera como músico, productor, compositor de música para películas, documentales, musicales y videojuegos tomó una respiración profunda y pensó en el aire, en las sensaciones. “Sentí, por varios factores, que debía parar. Uno fue el tema de la edad (pasé los 60), fui abuelo y otras cosas de índole muy personal. Eso me llevó a apretar el botón de pausa, sentí esa necesidad. Pensar un poco en cómo había llegado hasta acá”, explica.

“La parte nostálgica no está, no tengo nada en contra de la nostalgia pero esto que estamos haciendo no pasa por ahí”, dice mientras asegura que quiere vivir a pleno este rubro Raconteano de retrospectiva. “Siento que hay cosas que la gente no conoce y que ameritan ser compartidas. Lo hice sin saber qué iba a pasar pero ha sido muy gratificante, para mí y para la gente que de arranque respondió a aquel Teatro Colón lleno”, explica mientras también habla de las temáticas universales de las canciones y de su rango mejorado para cantarlas.

Le encanta hablar de música y se cuelga reflexionando sobre los cantores que podrían influenciarlo directamente en su interpretación: “Siempre me gustaron los grandes cantantes. Desde Lennon y McCartney hasta Stevie Wonder. Como también los decidores: me encantan Tom Waits, Dylan y Goyeneche. Pero creo que tengo un poco de todo porque siempre escuché mucha música. Trato de aplicar lo que he escuchado. También tomo un poco esa cultura de The Beatles, que son como mis padres, donde también ellos hacían muchas voces. Si escuchás algunos de sus discos, hay 4 o 5 voces diferentes de McCartney en distintas canciones”.

Durante este año, ese espectáculo de corte intimista tendrá sólo una fecha en Argentina. Y la ciudad de La Plata es la elegida. “Creo que lo interesante del show es que la vedette es la música y las canciones. No hay cambios de vestuarios, coreografías, proyecciones. A diferencia de un concierto de Bajofondo, que es una cosa un poco más lúdica, física y estilística, esto es un momento más introspectivo. Un corte más espiritual, más pa´dentro. Es como un viaje”, dice.

Uno de los puntos clave de este otro gran momento del músico nacido en El Palomar (Gran Buenos Aires) es su nueva banda. Va desde Barbarita Palacios (cantante, compositora, percusionista), Javier Casalla (multi-instrumentista), Nicolás Rainone (contrabajo, intérprete, productor) a Pablo González (baterista e intérprete) y Andrés Beeuwsaert (tecladista, pianista y cantante). Son el equilibrio justo para un nuevo mundo de viejas canciones. “Era delicado. Siempre me interesó mucho el trabajo de voces. En Arco Iris cantábamos a tres voces muchísimo y en Soluna era prioridad más que nunca el tema de las voces. Acá yo quería tener esa posibilidad, entonces de arranque quería buscar músicos que puedan cantar bien.”, explica Santaolalla.

Dice, además, que le interesaba la utilización de muchos timbres, entonces también tenía que contar con multi-instrumentistas. “Javier Casalla, por ejemplo, que es mi hermano del alma y que me acompaña desde antes de Bajofondo, no sólo toca el violín sino también viola, guitarra, armónica. Realmente es increíble y así pasa con cada uno de los integrantes”, explica y anuncia un breve cambio para esta gira que lo tendrá tocando también en Chile, Colombia, Ecuador  y México: “En esta oportunidad voy a tocar con otro baterista. Es Juan Manuel (Ramírez) de los Guauchos que también es un tipo que me encanta”.

Hace apenas unas semanas, Andrés Beeuwsaert tocó junto a Aca Seca en el Coliseo Podestá. Presentaron Trino, el cuarto disco de la historia de la banda que alza la vanguardia en el folklore argentino. La función se realizó a sala llena y Andrés aprovechó para seguir haciendo chistes. Esta vez fue uno directo al celular de Santaolalla con foto incluida: “Mirá, te lo dejamos calentito”, decía el mensaje. Gustavo se ríe y dice que Aca Seca es uno de los mejores grupos de Argentina y que cuando pensó en tocar con Andrés lo hacía, entre otras cosas, por su sonido tímbrico. “Mi intención también era tocar con Tiki Cantero (otro Aca Seca), pero no se dio. Ya habrá alguna nueva oportunidad”.  

“Ojaldre el día que nos tocó. No es un día cualquiera. Es el aniversario de La noche los lápices, una fecha con peso”, advierte Santaolalla mientras cuenta que está muy contento y entusiasmado de que se haya dado la oportunidad de tocar en La Plata. “La energía de los estudiantes y la historia musical de la ciudad es muy fuerte”, dice.

Comienza a calentar el sol en Los Ángeles. Gustavo quiere seguir hablando y se refiere a ese movimiento continuo que una vez lo agarró y nunca más lo soltó: “El viaje perfecto es el que tenemos, nada más que nos tenemos que dar cuenta. Es lo que es, nada más real que lo que es. La imperfección forma parte de la perfección. No existe la perfección sin la imperfección. Por eso a mí me gusta trabajar con el error. El error, muchas veces, es un acierto oculto. Es algo que no sabías, y ahí hay una intención oculta. Guarda con la equivocación, a veces es otra cosa”.

Suena “Ando rodando”, la canción que cierra Raconto y que fue grabada originalmente en aquel disco al que los Virus le prestaban atención. Dice: “Ando rodando / por mi camino buscando puertas abiertas / señas que me hagan ver”. Santaolalla mira el sol, nos describe, e imaginamos que algún día, quizás, llegue hasta ahí.       

Periodista y Comunicador Social. Escribe sobre música hace más de diez años. Insiste con la metodología del freelancismo velociraptor; parece que está solo pero siempre anda en manada. Tiene algunos títulos de grado pero su escuela fue De Garage (Diario de rock platense).