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Chico Ninguno, el defensor electro

Santiago Alcaraz cumplió una década con su alter ego Chino Ninguno. En una charla con ADM, contó sobre cómo Daft Punk le cambió la vida, el desarrollo de la escena electrónica y la música de moda.

Fotos: Manuel Cascallar

En 1998, Santiago Alcaraz escuchó por primera vez ‘Homework’ de Daft Punk. Tenía 16 años y su vida cambió para siempre. Lo tomó por sorpresa. Sonaba distinto a cualquier cosa que conociera. Cerraba los ojos y dejaba que la repetición del ritmo lo llevara. Creció en Azul, y mientras sus amigos escuchaban Viejas Locas, él les pasaba Burnin’ de los franceses como si fuese un predicador, como si su nueva religión fuese la música electrónica.

Veinte años después, la música que lo fanatizó de adolescente decantó en este décimo aniversario del proyecto más relevante de su vida: Chico Ninguno. Una aventura electropop de canciones con espíritu indie y corazón electrónico, sin ningún tipo de curaduría, pretensión o responsabilidad. “Chico Ninguno representa mi idea de libertad, de independencia”, cuenta “Tato” Alcaraz a ADM.

En el comienzo de la era de democratización tecnológica, Santiago, como tantos otros chicos, encontró en su propia computadora un portal hacia todo lo que quería y necesitaba saber. Empezó a jugar a fines de los noventa con el Reason y el Cool Edit, dos programas de edición de audio. Buscó información sobre cómo grabar su propia música, influenciado por el dúo francés de electrónica, que recién aparecía en escena. Para cuando llegó a La Plata, en 2003, a estudiar música su curiosidad casi lo obligó a ponerse en movimiento y compartir esa búsqueda con otras personas.

“Toqué en Atmosferia, que nació con el germen de la música electrónica y con el tiempo se volvió una banda de rock propiamente dicho. En el final de esa etapa me pongo a hacer Chico Ninguno ya con esta idea de canciones que había laburado con la compu”, recuerda Alcaraz.

Bajo esa idea lanzó en 2009 su primer disco, Chico No Correspondido, una placa doble influenciada por la idea de lo que pasaba con el indie rock en la ciudad, con un lado plagado de canciones synthpop y otro de canciones más despojadas, sin ningún tipo de urgencia.

“Era hacer lo que quería. Y de ahí se sucedieron un montón de discos que fueron saliendo todos de modo independiente”, reflexiona. Le siguieron un disco de remixes de Chico No Correspondido con 19 versiones de Chile, México y Perú, Misterio de la Frecuencias Positivas, lanzado en 2011, Subcampeón de la Causas Perdidas, en 2012 y En este y otros mundos, publicado en 2015.

“Con Chico Ninguno tuve algunas de las fechas más importantes de mi vida como el Teatro Argentino, en el festival ‘Estado de caos permanente’, en 2011, o en Plaza de Mayo para la Marcha del Orgullo LGTBI del 2012”, cuenta Alcaraz.

A Santiago jamás le pegó el punk. El rock, afirma, recién lo escuchó de grande. De alguna forma, el hechizo rítmico y cadencial de la música electrónica lo fascinó para siempre.  “Siempre me tocó defender un sonido que es el que a mí me gustaba. Me pasó toda la vida”, asevera.

Con el tiempo ese gusto se convirtió en un fanatismo que, de adolescente, lo llevó a intentar meter electrónica en dónde fuera. De abrir ese universo de loops y movimiento para todo el mundo.

“Siempre me sentí como un defensor de esa cultura. Obvio que tenía que pasar la música de moda, pero ponía un par de temas que me gustaban. Trataba de bajar una línea. La música de moda siempre es un flagelo. Y en este momento me siento un poco igual”, analiza el músico, que alterna el tiempo desde la salida de su último larga duración con Chico Ninguno con algunas colaboraciones, remixes y una banda dark llamada ‘Adoradores de Estrellas Muertas’, junto a Hernan Menard, músico de Malayunta Orquestita.

En 2017, con el sello fundado junto a colegas Central Eléctrica Discos coordinó un encuentro con DJ Hell, fundador de International Deejay Gigolo Records y referente mundial de la electrónica, con el que grabaron un EP en el estudio ‘Siesta del Fauno’ de Ernesto Romeo. “Me vi pudiendo aportar en un lugar con un montón de gente que admiro mucho. Fue muy fuerte”, repasa el artista.

“De repente circula cierta idea de cómo se tienen que hacer las cosas y te das cuenta cuando ves cosas que estuvieron de moda en su momento y hoy ya están viejas. Hace unos años sonaba dubstep en todos lados y hoy no lo pasa nadie. Lo auténtico sobrevive”, concluye el músico.

De hace diez años a esta parte las cosas cambiaron. Hoy la mirada sobre la música electrónica es más popular y cada vez más propuestas de djs, colectivos de músicos y productores ven un reducto donde crecer. Y ese espacio que fue lentamente abriéndose aún precisa de algunos guardianes. “Me siento como tantos otros defendiendo un sonido, el `no mainstream´. Defender lo que se puede hacer sin un mango“, dice. Y cierra la idea: “Defender un sonido. Defender lo que se puede hacer con pocas herramientas”.


Matías es periodista cultural. Colaboró en el diario El Día y es docente de gráfica en la Facultad de Periodismo de la UNLP. Quiere morir con 'The Thrill is Gone' de Chet Baker de fondo.