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El camino de Santiago

Periodista: José Maldonado
Fotógrafa: Martina Ledesma
Diseñador: Agustín Forestieri

A punto del segundo Atenas de El Mató a un Policía Motorizado, y mientras da sus primeros pasos como productor, Santiago -Chango- Motorizado reflexiona con José Maldonado y Juan Facundo Díaz sobre el uso del tiempo, los proyectos y la evolución del sonido de la banda emblema del indie platense y nacional.

Casi todas las mañanas, cuando pasa al lado del piano que tiene en el living de su casa, Santiago Barrionuevo piensa que algún día debería dedicarse a aprender a tocarlo en serio. Tomar clases con un profesor. “Igual, antes tendría que estudiar canto”, se responde a sí mismo. Últimamente, Chango tiene la cabeza llena de música. Piensa en instrumentos, sonidos, en texturas, timbres, arreglos y en estudios de grabación.

Hace poco que se despertó y ahora acomoda ropa y restos de anoche sobre la mesa del living que comparte con Mora, su novia. Santiago recorre la gran sala blanca con pisos de madera y abre los postigos del ventanal que da a un pequeño jardín en el centro de la manzana. Además del piano, hay un cuadro de Yo La Tengo, pinturas y pinceles, un perro que entra patinando atolondrado a los ambientes y una tortuga que aparece en escena a paso firme y decidido. “Viene a paso El Mató”, dice. Machacante, como el sonido del bajo de Chango.

En pocos días, a tres cuadras de su casa, la banda que lidera hace más de 15 años y con la que encabezó la revolución del rock indie platense y nacional, tocará de nuevo en el estadio de Atenas. En abril del año pasado, El Mató a un Policía Motorizado pisó por primera vez ese escenario para la presentación de su último disco, La Síntesis O’Konor, que cosechó dos nominaciones para el Grammy Latino 2018. A Atenas llegaron después de que todas las otras salas de conciertos de la ciudad les quedaran chicas. Fue un show con entradas agotadas y consagratorio en la ciudad que los vio nacer a principios de los dos mil en las aulas del Bachillerato de Bellas Artes y del Nacional.

Pero Santiago no parece demasiado preocupado ni ansioso por la vuelta a Atenas. Por ahora, piensa en cuándo estará listo el nuevo bajo que estrenará el próximo sábado, cuando vuelva a tocar frente al público platense. Después de muchos años, dejó el Jazz Bass y se compró un Precision que mandó a calibrar para que esté listo para este show. Hubo un motivo físico, dice, porque el Jazz Bass era muy pesado. “Al tema 18 de la lista me empezaba a doler la espalda”, se queja. Pero fundamentalmente fue una decisión musical. “En los temas de la Síntesis O’Konor, los bajos tienen otra presencia, hacen otros dibujos. A mí me jode cambiar, pero el timbre del Precision es el que iba bien”, explica.

“Timbre”, es decir la cualidad que caracteriza a un determinado sonido, es una palabra que vuelve a salir una y otra vez a la superficie en la charla. A fines del año pasado, Santiago se embarcó en una nueva aventura en su debut algo involuntario como productor en un proyecto a mega escala en términos de industria al que llegó a través del fanatismo que las canciones de El Mató generan en distintas partes del mundo.
Todo comenzó en el Operación Triunfo español, el reality con que la industria hace un scouting televisado de nuevas figuras. De allí, hace algunos años, salió por ejemplo David Bisbal. Una de las participantes de la edición 2018, una chica de la ciudad de Navarra llamada Amaia Romero, se declaró fanática de El Mató. Y concursó en la “academia” haciendo versiones de “Mi próximo movimiento”, “Más o menos bien” y “El mundo extraño”. Cuando los jueces le preguntaron, Amaia dijo que había conocido la banda por recomendación de su hermano: “Tiene canciones con letras que parece que las ha escrito un niño. Es súper guay”.

Amaia ganó el reality, del que salió ya convertida casi en una celebridad. Cuando la productora comenzó a pensar en su primer disco, contactaron a Santiago. Chango viajó a Barcelona para conocer a esa chica fanática de sus discos que enamoró al público español. La primera idea era que la ayudara en la composición de las canciones, pero los planes cambiaron en el camino.

“Mi trabajo era hacer eso y volverme. Pero les gustó mucho lo que fue saliendo. Ella tiene un talento increíble. Yo fui un poco esperando que no tenga nada y tiene ideas, canciones y nos salieron melodías y letras al toque”, cuenta. Entonces, le ofrecieron continuar y producir el disco. Santiago aceptó y enseguida asumió su rol con decisión. Hizo una búsqueda de estudios de grabación en Argentina con la intención de no perder la sintonía de lo que se había generado entre él y Amaia en esos encuentros en Barcelona. “Yo quería algo que nos permita vivir la experiencia de estar encerrados ahí, metidos grabando. Algo como el Sonic Ranch”, dice, sobre el estudio ubicado en el desierto texano donde la banda registró en La Síntesis O’Konor en 2017.

En Argentina no encontró nada y terminó cerrando trato con un estudio ubicado en el sur de Santiago, Chile. “Es un mini Sonic Ranch. Incluso hasta estaba bien en precio”, se jacta. Fue su primera experiencia como productor y, fiel a su estilo, la emprendió con amigos. A Chile viajó con los hermanos Tom y Pipe Quintans, guitarrista y cantante de Bestia Bebé y baterista de 107 Faunos, dos emblemas de la factoría Laptra, el sello que fundaron hace 15 años para editar sus discos.

“Nunca había hecho esa experiencia de producir y la verdad me encantó. Me dieron total libertad, dentro de una búsqueda de ellos para contentar a su público televisivo y a la vez hacer algo también ‘indie’, que allá es un concepto más abarcativo. Amaia es fanática de Arcade Fire, por ejemplo. Y yo la primera vez que la ví le dije, ‘mirá, me gusta el pop, me gusta todo, no tengo problema en encarar cualquier cosa. Le dije que lo importante era que ella se sienta cómoda, que las canciones la entusiasmen y esté contenta”, explica. Antes de volver a España, Amaia pasó por Argentina y terminó en el pogo de la presentación del disco de los Faunos, con la pandilla Laptra.

Ahora, al repasar la experiencia, para Santiago se engrandece la figura de Eduardo Bergallo, el ingeniero de grabación que fue clave en la carrera de Soda Stereo y muchos otros artistas, con quien El Mató se asoció para grabar La Dinastía Scorpio (2012) primero y La Síntesis O’Konor después.
“A nosotros su figura al principio nos generaba un poco de miedo. Un respeto extra, digamos -confiesa-.Teníamos la imagen del tipo que trabajó durante años al lado de Soda y no sabíamos si era muy estricto ni cuál era su método. Nos encontramos con un genio total. Súper profesional, súper relajado y tranquilo y planteando que lo que salga de la banda iba a estar bien”. Casi la misma propuesta que él le hizo a Amaia.

“Nosotros veníamos de hacer los EPs y él nos decía que lo mejor era la banda en vivo.Y nos propuso que captemos eso, lo que sale del vivo, que grabemos todos juntos y hagamos de eso la mejor captura posible. Estuvo buenísimo. Todo lo contrario a lo que habíamos esperado, algo más de laboratorio. Yo estoy de acuerdo conceptualmente con eso. Está buenísimo meterte en cada sonido, en las texturas, todo eso… pero la esencia de verdad está en las canciones, en las melodías”.

La llegada de Bergallo marcó un cambio enorme para la banda, que ya venía haciendo más sofisticado y complejo el sonido. “Nosotros sentimos que con La Dinastía Scorpio cerramos una época de sonido -explica-. Fue el final de una era. La Dinastía fue como lo que veníamos haciendo, pero mejor grabado. Queríamos hacer un giro en el sonido y nos empezamos a meter en eso de desmenuzar las canciones, trabajar mejor las partes, las texturas, los arreglos, darle mil vueltas. Lo que hacíamos antes era tocar y tocar y tocar e ir grabando encima. Entonces íbamos creando como una pared. En La Síntesis O’Konor fue exactamente lo contrario. Fue sacar y sacar y que quede algo más simple en un sentido pero a la vez más compleja a nivel sonido, texturas”.

En el relato vuelve a aparecer Bergallo, que se convirtió en algo así como un Maestro Jedi en el camino de Santiago, el que abrió la posibilidad de explorar en las profundidades de la búsqueda del sonido, como un peregrino que desanda el sendero hacia la iluminación. Algo más que la mera transmisión de conocimientos técnicos y de ingeniería de grabación. “Lo que vos quieras hacer, él sabe cómo hacerlo”, intenta explicar Santiago.

Una de las ideas centrales sobre la que se basó el trabajo de grabación con Bergallo fue reflejar en el registro la frescura y la potencia del vivo que, en cierta forma, hizo famoso a El Mató. Por eso, les pidió grabar sin click, sin metrónomo. Ahí está la esencia de la cosa, les dijo. “Ese método nos ayudó a encontrar el nuevo sonido que queríamos -asegura Chango-. Le da aire a las canciones. Ahora escucho La Síntesis O’Konor y noto cómo algunos temas se van acelerando, algo propio del momento, como si fuese en vivo. Para nosotros era una cosa nueva pero ya muchos la usaron. Nevermind, por ejemplo, está grabado sin click. Toca Dave Grohl la batería, igual, jaja…”

Ahora, con todo este bagaje, Santiago a veces fantasea con meter mano y regrabar viejas canciones. “Aunque sea para nosotros”, dice. Revisando para atrás, está seguro que hay cosas que podrían corregir. Por ejemplo, explica, en Día de los Muertos (2008), el primer disco en el que participó Chatrán al mando de los sintetizadores. “No pensamos bien cómo meter ese sonido, no lo decidimos”, se queja.

De todas formas, hay demasiados planes en el horizonte de Chango como para pensar en el pasado. 2018 fue un año de muchas giras y para este 2019 ya es momento de empezar a pensar en el sucesor de La Síntesis O’Konor. “Todo el tiempo estoy pensando en ideas. Se me ocurre algo y lo anoto, lo grabo en el celular. Eso no para nunca -aclara-. Después es cuestión de armar el plan. Decir: ‘Bueno, vamos a grabar un disco. ¿Dónde lo grabamos? ¿Cuándo hacemos las maquetas?’. Todo eso a nosotros nos lleva tiempo. A veces nos reclaman y nos da cosa, pero está bueno tomarte tu tiempo de descanso”.

El tiempo hay que buscarlo y, a veces, crearlo. Por eso, este año El Mató decidió no tocar tanto. Después del show en La Plata, irán a Córdoba y luego está la idea de hacer unas fechas en Buenos Aires, previo a la gira que los volverá a llevar a Europa: primero París, donde nunca tocaron, y después volverán a repetir Berlín y Londres. En el medio, habrá tiempo para el desembarco “sorpresa” en un festival con el que la banda tiene una relación especial. “No digamos nada de eso, todavía”, pide Chango.

Desde aquellas primeras giras en Europa en 2010 hasta ahora todo cambió. En su primer viaje, todo fue autogestionado, sin fechas y lanzados a la aventura de la ruta en una combi comunitaria. Ahora, hay productores que arman la gira y resuelven todos los problemas de logística. “Fuimos a Londres en la primera gira por Europa en 2010. Habíamos ido a tocar al Primavera Sound y a través de un amigo brasileño llegó la posibilidad de tocar en una fecha con otras dos bandas inglesas. Cuando salimos al escenario había tres personas mirando: dos argentinos y un músico que iba a tocar después. Nosotros igual re contentos de la vida, aunque tocar para nadie es… doloroso”.

El año pasado, volvieron a Londres, esta vez a través de una productora que les pagó un cachet, hotel, todo. “Nos ofrecían todo eso y nosotros dijimos, ‘sí, obvio’. Ni queríamos decirle que la última vez que habíamos estado ahí no había ido nadie. La sala al final estaba llena, había como 500 personas. Muchos latinos, también ingleses”, dice, y se le escapa una sonrisa.

También hay proyectos inmediatos para grabar nuevas cosas. En Europa,fueron invitados para hacer unas sesiones en un estudio legendario que Santiago prefiere ni mencionar. Además, está la idea de editar y lanzar en algún formato no definido canciones que quedaron afuera del disco. “Nosotros grabamos 15 temas que algunos los mostramos en los simples, como Madre y La Casa Fantasmal. Pero hay dos más que nunca mostramos. La idea sería lanzar algo con todas y que quede como un disco plus. ¿Les gusta la idea?”, pregunta Chango.

Además, Santiago tiene un disco solista grabado y guardado. Ahora, cuenta, le agarró la locura de grabarlo todo de nuevo, aunque tal vez, piensa, puedan rescatarse algunas cosas. “Pasa eso que dejas pasar el tiempo y aparecen nuevas ideas, o uno va cambiando en el camino. Ahora quiero que sea diferente”.

El show de Atenas va a ser oportunidad de volver sobre algunos de esos lados B que fueron saliendo en los simples antes de La Dinastía Skorpio, como La Casa Fantasmal, un tema complejo que nunca tocaron en vivo. “Tiene un piano y otras cosas que no sabíamos cómo encarlarlas en el vivo”, confiesa.

Atenas es un escenario especial para cualquier música platense. Cuando era adolescente, allí Santiago vió a uno de sus ídolos musicales, Vicentico, presentado La Marcha del Golazo Solitario con Los Fabulosos Cadillacs. Pero aparte de la comodidad que significa que los mayores de las familias puedan ir a verlos y sentarse en las tribunas, a Chango no le parece que haya nada especial. “Suena demagogo, pero para nosotros todos los escenarios son iguales”. Lo mismo, dice, pasó con el recital de Tecnópolis de diciembre pasado, cuando El Mató tocó por primera vez solo en un micro estadio en Buenos Aires al que fue una multitud. “A veces en Europa me preguntan y saco chapa diciendo que en mi país tocamos para cinco mil personas”, se ríe.

Hace algunos días, Santiago fue con Mora a ver a Paul McCartney, el primer músico que lo cautivó de chico, cuando miraba en repeat con sus hermanos en el living de la casa de Barrio Jardín el video de los ranitas cantando coros con Paul, del tema “We All Stand Together”. De vuelta, la referencia gira en torno al sonido. “Lo ví adelante de todo y se escuchaba perfecto. Igual era un poco raro, porque al final es un bajo, guitarra, batería y chau. En el fondo sonaba un poco… indie”.

Santiago parece un poco sorprendido por ese descubrimiento. Ahora que lo piensa, en ese show en el Campo de Polo, la banda de McCartney sonaba indie. “A él la voz se le quiebra un poco y el bajo no golpea justo perfecto. En medio de tanta música grabada, esa desprolijidad le da un toque especial. Lo mismo que cuando ves a los Stones, porque Richards tiene la mano media machucada, Charlie Watts que está… ahí. Yo miraba el show y pensaba ‘qué bueno que está esto’”.

Ojalá, piensa Santiago, pueda llegar hasta la misma edad que McCartney y los Stones haciendo música y creando sonidos. Y ojalá, dice, que sea con El Mató. “Lo que más me gusta hacer es tocar con ellos -asegura-. Quisiera que podamos tocar hasta el final”.
Si no, habrá otras opciones en su camino. “Mi fantasía es no tocar nada, sólo cantar. Me imagino de grande en un bingo en el Conurbano, poniendo play a unas pistas y yo cantando boleros”. “Ojalá -dice al final de todo- pueda cantar, no morir, no quedarme sordo, paralítico, esas cosas. Lo que más me gusta hacer es cantar”.

Trabaja en medios desde hace más de 20 años. Actualmente, es periodista de la sección Política del diario El Día de La Plata. Estudió Sociología, pero prefirió el vértigo de las redacciones. Además, conduce a diario un programa de radio que mezcla sus dos pasiones: Rock and Rosca. Soñó ser crìtico de rock.