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Ellos no mataron a nadie

Fotografía: Martina Ledesma

“Ellos no mataron a nadie”, de Facundo Arroyo, forma parte del libro “Crónicas”, que acaba de lanzar la editorial La Comuna y que reúne el trabajo de 18 periodistas de la región. Facundo, colaborador de ADM, relató el camino recorrido por El Mató a un Policía Motorizado desde su surgimiento en el under platense a su ascenso a las grandes ligas del rock nacional. El siguiente es un fragmento de la crónica, el recorte de una pintura intimista de la trastienda y el camarín en los primeros recitales sold out en grandes salas porteñas. 

 

-Te contamos un secreto si no lo difundís…

–¿Qué secreto?

–Seguí con buena velocidad, mantenete sobre la mano izquierda y mandate por donde dice “Telepeaje”.

–Pero no tengo Telepeaje…

–No importa, funciona igual. Lo tenemos suficientemente comprobado.

Y funciona. Luego de que la baranda se me levante sin sacar mi mano por la ventanilla y dejar algunos pesos a alguien que está cansado de saludar, mi cuenta al final de la noche es la siguiente: tengo 20 pesos a favor, si hubiéramos pasado en hora pico me alcanzaría para volver a cargar el tanque de gas.

Pero una vez que pasamos la barrera y ellos miran mi cara, dicen que estaría buenísimo que ahora aparezca el FBI o que nos sigan un par de policías hasta el final de la autopista por no pagar su peaje.

Hoy El Mató a un Policía Motorizado tiene la fecha más importante de su historia en Capital Federal y Pantro Puto cuando me lo dice mira cómo cambia el color del semáforo que nos falta atravesar para dejar atrás la ciudad de La Plata. Cuando me enteré de la fecha en el Teatro Vorterix lo llamé y le pregunté si podía ir con ellos, estar todo el día.

–¿Vos podés conseguir un auto?, me preguntó.
–Sí, el de mi papá.
–Joya, entonces sí, porque sino en el auto de Chango no entramos todos.

A finales del 2012 El Mató sacó La Dinastía Scorpio, su segundo LP y quinto registro discográfico, sumado a los simples y eps más artesanales. Además de ese lanzamiento, tuvieron reediciones de sus discos anteriores en Brasil y España. A la vez, un sello español, Limbo Starr, les editó este último trabajo en vinilo, casette y en tarjeta de memoria para descargarlo directamente en alta calidad en cualquier reproductor.

–No pensamos tanto en el formato sino más bien en el fetiche–, dice Doctora Muerte mientras se traga entera una Big Mac de McDonald´s. En la mesa también está Chatrán, el quinto integrante de la banda que, en los papeles se incorpora desde este último disco, pero ya viene tocando hace varios años con ellos. Chatrán tiene los ojos achinados y su buzo le queda grande, cuando habla arrastra casi todas las palabras y se detiene cortante cada vez que pasa alguna muchacha con una bandeja de comida.

–Vivir todos los fines de semanas de esta manera se me complica, pero igual está buenísimo–dice mientras también se traga un cuarto de libra de la cadena más grande de comidas rápidas. Mientras comienzo a ponerle mayonesa a mi hamburguesa, ellos dos se paran para ir a pedir el pequeño flan que les viene de regalo.

–Con Eduardo Bergallo (trabajó con artistas como Soda Stereo, Fito Paéz y Caetano Veloso) como ingeniero de sonido logramos una base sonora mucho más profunda, –dice Doctora Muerte y Chatrán carraspea la voz con un pedazo de hamburguesa rozándole la garganta:

–Antes el Chango se clavaba en la mezcla y se pasaba horas buscándole el mejor sonido.

Los dos se quedan callados y miran a través del enorme ventanal que da a la calle. Chatrán se para y trae más servilletas, a punto de sentarse se vuelve a parar y se pone a hablar con una chica, luego le suena el teléfono y grita “hola” un par de veces hasta que escucha a un amigo que le pregunta si habrá pizza antes del recital. Doctora muerte dice que cada tanto necesita recargar energías con alimentos y es capaz de comer dos horas sin parar. Son las seis de la tarde y desde que está despierto -unas siete horas- no había comido nada. Los dos se paran y se preguntan cómo habrá sido la promoción de su fecha en Vorterix. Se sientan. Se paran. Se sientan. Dicen vamos que tenemos que comprar cigarrillos, cómo es posible que no haya un kiosco frente a Vorterix, pero al toque se dan cuenta que hay uno al lado. Cruzan, se fuman uno. Vuelven al camarín donde la banda ya está reunida luego de la prueba de sonido. Tienen una heladera llena de cervezas y agua mineral, un plasma con el partido final del fútbol argentino y un par de sillones negros. Allí estarán por más de cuatro horas.

Mientras discuten sobre fútbol a Chango lo apura un mánager de un sello independiente que aprendió a manejarse en la industria de la música con algunas ideas del mercado. El mánager parado en el medio del camarín le habla a los ojos del Chango que, tirado en uno de los sillones negros, sigue la discusión sobre Heinze (defensor de Newell´s) y de rebote liga los innumerables datos que el mánager le tira por segundo: “en la compañía Apple se manejaban de esa manera, de verdad son tipos que te dan una mano, cuando estás a punto de salir del under esto es lo que necesitás, a pesar de ser un sello multinacional ya comprenden el desarrollo de las escenas emergentes. En fin”, dice, le dice, Chango sentado, que no es como él se piensa, que quizás El Mató debería acercarse a algunos de los ofrecimientos que tiene. Que el mánager lo puede acercar en cuestión de segundos, “están en Vorterix, esperando que la banda salga a tocar”.

–Chango dice que banca a muerte a Heinze y que, a pesar de no tener buen manejo de pelota, transpira la camiseta, y mirando de reojo al pibe mánager le explica:

–Te agradezco, pero de verdad ya tengo demasiados amigos.

Cuando pasaron las cuatro horas en el camarín, el personal de Vorterix completa nuevamente la nevera, y en el cuarto de tres por cinco ya no hay diez personas, sino veinticinco. Almada se asoma sólo unos segundos y le pregunta el precio de los vinilos a Chango. Se lleva la mitad de los que hay y le dice que en diez minutos arrancan. Todos los integrantes de la banda están inmersos en diferentes charlas a los gritos dentro de ese mismo lugar. Chango dice “chicos” y en cuestión de segundos El Mató está tocando “El magnetismo” (primer tema de La Dinastia Scorpio) con el telón cerrado y del otro lado se escucha el murmullo de casi mil personas. Al menos eso es lo que me anota Almada en un papel. Cuando se abre el telón y la banda engancha la canción con “Mujeres bellas y fuertes”, esas casi mil personas se funden en el pogo.

Periodista y Comunicador Social. Escribe sobre música hace más de diez años. Insiste con la metodología del freelancismo velociraptor; parece que está solo pero siempre anda en manada. Tiene algunos títulos de grado pero su escuela fue De Garage (Diario de rock platense).