a
Fotos: Martina Manuel

Erich Larsson: la otra cara de Germán Vázquez

El ex cantante y bajista de La Otra Cara de la Nada profundiza sus intereses más personales en Adorno, su primer disco solista.

Desde la ventana de la habitación de un departamento se ven los edificios de la ciudad recortados contra un atardecer rojo. Abajo el tránsito intenso de un viernes cualquiera. Los recuerdos y los pensamientos profundizan la ausencia, no pueden contra el silencio encerrado en esas cuatro paredes. La desolación crece con las sombras. 

Tras un opener de percusiones sampleadas Erich Larsson elige salir de la habitación y pasar la noche afuera, perdido en la multitud que colma las calles. Es así como Germán Vázquez —el responsable detrás de ese nombre sueco tan sofisticado— explora las dimensiones de un desencuentro amoroso con un puñado de canciones eclécticas. 

Adorno podría ser un derrotero, una seguidilla de lamentos y naufragios, pero allí donde la lírica nos hunde, la música nos levanta. Con búsquedas de texturas vintage, desde el rock de los 60 y el coqueteo con el beach wave, con algunos ganchos pop que hacia el final se vuelven melancólicos, el músico oriundo de Posadas propone un recorrido de ensueño, donde los encuentros fallidos no hacen más que revolver el tiempo.  

La reverberación de su voz, grave, llega de lejos, como amplificada desde un tocadiscos. La porosidad de su sonido tiene la misma definición que un recuerdo feliz. Cada instrumento encuentra su época y complementa al resto sin obstruir el ambiente. Allí están las participaciones de Juan Pablo López en el bajo, de Martín Britos Dumois en baterías, de Emiliano Maidana y Ariel Puccheta en teclados y de Fernando Verón en coros.

La salida a la calle arranca con Como ves el Mundo, donde las distorsiones contenidas de la guitarra y las ráfagas del sintetizador se complementan con el deseo de encarar un viaje de a dos, una fantasía que parece nunca se cumplirá. La espera incierta y desencantada de Sobre Premios se trunca reveladora en Los Muertos. «Aunque estaba esperándolo/ Y es tan loco que seas vos», canta Larsson, con guitarras limpias y una línea de bajo bien marcada junto con palmas y coros que resucitan desde el pasado. El desinterés de Drama está narrado con melodías y colores retro. En Clara la vulnerabilidad parece convertirse en superación. «Fuerte se ve al decir/Que ya vendrán/ Tiempos mejores», suena el presagio en una canción tan solemne como explosiva. 

En su periplo de poco más de treinta minutos, Larsson resulta más enigmático que meloso. Sin duda, el núcleo de su misterio es el tema que titula el disco, en el que las notas de un piano flotan en un ambiente granulado, en el tráfico de una ciudad tan distante como próxima. Un tumulto de voces emergen para, de pronto, sacarnos a las chapas de ese trance y desembocar en la playera Baño de Sangre

Después de eso solo queda el regreso a casa, la reconciliación con la ausencia, dos canciones para llegar al paraíso. «Tu nombre no volvió/Gracias por encontrarme», son los últimos versos que suelta Larsson, un poco borracho, quizás, pero sano y salvo al final de su propia película independiente. 

Con la ayuda de un vermú, intercalando sus respuestas con cigarrillos, Germán Vázquez adquiere cierto misticismo y habla con ADM sobre su proyecto, los altibajos del año pasado, la distancia tranquila con la que observa su trayectoria y el entusiasmo por lo que se viene.

El desencuentro amoroso es un hilo conductor, algo que se respira a lo largo de todos los temas. ¿Hubo una búsqueda particular en ese aspecto? ¿Cómo definirías Adorno a partir de eso?

Creo que eso es un recurso más bien artístico, pero en el deseo Adorno tenía el objetivo de elevar el amor por sobre la banalidad y la virtualidad. El amor no siempre es un romance divino, una relación hermosa. A veces también tiene sus altos y bajos. Y creo que es eso, un camino de ripio hacia el cielo, como la verdad más cruda hacia la verdad.

¿Por qué de ripio?

Porque no es un camino asfaltado, no es un camino chato y fácil. 

La primera versión de la canción Drama salió en 2018. El disco presenta una versión muy diferente. ¿Pasó con otros temas?
Hubo un momento muy decisivo en el plan del disco. Una vez, volviendo de Capital, me acordé de un tema que había escrito hacía mucho, que lo descarté porque sentía que era muy indie —ese tema era Los Muertos—. Me acordaba del tema, de los acordes, la letra, y le dije a un amigo si no me acompañaba a tocarlo, para sentirlo, para hacer algo. Esa vez lo grabé con el celu. Tiempo después volví a esa grabación y me gustó. ‘Che, que bueno está esto’, me dije, ‘como que puedo hacer algo que me guste hoy con esta idea de ayer’. En ese momento fue como eso, agarrar varias canciones que ya tenía. La mayoría ya estaban escritas, las letras y las armonías. Drama siempre fue un tema que me gustó mucho y sentía que podía hacerlo entrar pero con ese color más rockero y que tiene que ver con todo el disco.

Es como si fueran temas que quedaron de los 50/60 pero también atravesados por un sonido contemporáneo. ¿Qué cosas tomaste de esa época y qué cosas tomaste de la actualidad?

De esa época tomé mucho los órganos, como los usaron The Doors, The Zombies, John Lennon y Pink Floyd. Hay algunos temas que tienen una sonoridad más retro, donde tiré toda la batería a la izquierda, por ejemplo eso pasa en Los Muertos y en ¿Cuánto Será? También ciertos efectos de voz de esos años. De la actualidad usé mucho el sampling, el recorte, hacer a partir del copy paste una cosa interesante. También usé sintetizadores modernos… Básicamente, el mezclarlo en una computadora lo hizo actual. 

¿Cómo fue el proceso de composición?

En general me pasó de tener la música primero. O sea, es como una construcción, pero el puntapié inicial siempre me lo dio la música. Después, a partir de una frase o una palabra se iban construyendo las partes, las estrofas, los estribillos, pero siempre muy basado en la armonía. Reconozco mucho esta forma en las canciones del disco, las partes A y B, es algo que está muy claro. Está bueno eso, lo disfruto, pero me gustaría innovarlo en un futuro, que esa distribución no sea tan necesaria en nuevas producciones. 

¿Por qué querés alejarte de eso? 

Porque me gusta desafiarme, ver cómo soy en nuevos escenarios.

¿Escribís en una libreta?

No, en mi cabeza. Y después lo grabo. No tengo ese romance de escritor.

¿Por qué, entre todos los temas, elegiste Adorno como título?

El nombre del disco lo tenía incluso antes que el tema. Siento que ahí está esa concepción del camino difícil hacia algo lindo. Una gran subida hacia un castillo en un acantilado. Una transición de tormenta. Creo que algunas partes también hablan de la necesidad de soledad para digerir algunas ideas y expresarlas con ciertas variables. Expresar la nostalgia, la desesperación, pero con toda una vestimenta que es hasta contraproducente, distinta o más alegre.

Al haber laburado múltiples proyectos en Posadas, ¿cómo ves el escenario allá? ¿Seguís en contacto? 

Lo veo por historias de Instagram. A distancia siento que tuvo su desarrollo y su pico en su momento. Hoy en día no hay gestores tan activos y tan visibles que hagan movidas, y me refiero a todo género. El movimiento cultural que fue el indie tuvo su apogeo en Posadas con La Playa de Luvert o incluso nosotros, con La Otra Cara de la Nada, que intentamos encender el motor para tener lugares y conseguir públicos que nos escucharan orgánicamente. Pero creo que hoy hay un déficit en el núcleo de generación de contenido, lo que sí hay es una audiencia dispuesta a escuchar producciones de la ciudad o de la provincia. 

¿Y con La Otra Cara?

El final fue en muy buenos términos. No nos vemos hace casi un año. Es muy loco eso, imaginate que fueron diez años en los que casi no nos separamos y, de repente, de cero a cien todo. Pero nada, nos queremos mucho. Fue todo muy sincero. Me genera más tranquilidad que nostalgia todo lo que pasó en el año.

¿Qué andas escuchando?

Estoy con Manfred Mann, los discos de los 60. Primal Scream, también. Ayer escuché un podcast de Charly, la Canción sin Fin, de Sebastián Furman, que me hizo… no sé, estuve a punto de quebrar todo porque era increíble. Estuve muy cruzado por él.. Tuve un pico de inspiración muy grande, especialmente con Clics Modernos, que fue clave para lo que se escucha en el disco.

¿Cómo vas a encarar los vivos con tu proyecto solista?

Hasta ahora tuve dos fechas, acá en La Plata, en Pura Vida y Ciudad de Gatos. Y fui con la guitarra, solo, con cara de perro.  Salieron bien, pero me da ansiedad estar ahí solo. El disco está pensado para tocarlo con la banda. Tuvimos fechas antes de la salida del disco que fueron muy emocionantes y me queda la manija de seguir haciéndolo. Es que el disparador principal siempre fue ese, cuando ensayamos los temas antes de tenerlos grabados pude decir ‘¡que polenta, loco! Quiero este volumen atrás mío’. Estoy preparando otro set, igual. Un poquito más cargado de pistas pero también más dinámico y más divertido.

Erich Larsson se presenta el 29 de enero en Ginger Hall Bar.