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Las pieles de Julia Barreña

La tecladista y vocalista de Isla Mujeres configura pasajes oscuros y crípticos en su primer trabajo solista.

Julia se ampara en Sucia y Seca para conjugar elementos de sus numerosos proyectos musicales también integra Piscis Vicius y Señoras bien y materializar Derrama, un EP de cinco canciones donde la poesía y las formas sonoras sumen la pista de baile en una penumbra densa. 

Según la artista platense, el nombre surgió espontáneamente, sin pensarlo demasiado. “Tal vez fue una forma de esconderme en alguna máscara que, como decía, me da gusto y no tenga que dar demasiadas explicaciones ni buena presencia. Tal vez un modo de habitar mi identidad desde los bordes, lo que no debe verse, lo que ocultamos, la piel, nuestra piel desnuda, nuestros recovecos, nuestras caras más desarregladas, sucias. Un poco porque también me da gracia el nombre que a primeras, incomoda un poco”, sincera.

Julia se asoció artísticamente con Nicolás Carlino —bajista de Un Planeta pero también sonidista de Isla Mujeres— en la producción musical, mezcla y masterización. Además, “agregó unos bajos que potenciaron un montón la estética“, comenta.  En la producción también participaron Max Jeringa y Pancho Barreña.

Derrama es una vorágine electrónica, con algunos estallidos orgánicos, que tiñe el aire de gris y desenmascara emociones. “El disco lo hice durante la pandemia sobre canciones que ya tenía maqueteadas. Al ser el primer disco tiene mucho de experimental y lo trabajé de manera intuitiva, pero hay una idea general sobre el cuerpo, las pieles que cambiamos como serpientes, los espejos y mi relación con lxs otrxs“, cuenta Julia. 

Los trece minutos del disco exudan la catarsis de un diario íntimo donde no se respetan los renglones. Julia se habla a sí misma, reflexiona, se confiesa, tira consignas, crea imágenes y elude las alarmas internas que saltan ante las primeras señales de dolor: una bomba de tiempo que nunca estalla. 

La voz se impone a las variadas tramas sintéticas que brotan en cada canción, adquiere capas y ecos que traccionan los ritmos de un experimento caótico. La mayor demostración de esto podría ser Mi jardín, la última canción del disco, que parece tomar la forma de un manifiesto sonoro y lírico. Julia cambia de piel y se despide al mismo tiempo que da la bienvenida. Chau viejo mundo. Chau verso bonito.