2001: Odisea del ciberespacio
Los 2001 son un grupo de chicos que, justamente, nacieron en ese año. Levantan el guante del indie-platense pero aún así toman distancia. Con tan solo un EP y un puñado de canciones, se definen como la música del nuevo milenio.
Era diciembre del año 1999. En cuestión de días se harían realidad todas las teorías apocalípticas que se habían esparcido por el mundo hasta entonces. No era la primera vez que el planeta llegaría a su inevitable y trágico fin, pero la idea de que las computadoras fueran las responsables comenzaba a hacerse realidad: el “efecto 2000” prometía un error de programación que derribaría a todos los sistemas informáticos apenas el año comenzara.
Pero llegó enero y el mundo siguió girando, aunque con la certeza de que ya nada volvería a ser como antes. Y aquí, hoy, ahora, dieciocho años más tarde, viven entre nosotros los hijos de aquellos tiempos. Los 2001, por su parte, nacidos y criados en el indie de La Plata, son el sonido de aquello que vino después del estallido. La música del nuevo milenio.
“No nos parecemos a nada. Pero por eso mismo también puede decirse que nos parecemos a todo”, dice Juan Szelagowski, encargado de la guitarra. Los jóvenes y lúcidos 2001 aparecen ya inmersos en un mundo nuevo, pero conscientes de que no salieron de un repollo: “Queremos rescatar los sonidos que no se explotaron del pasado sin evadir el presente. Darle una vuelta de tuerca propia”.
Y esto suena fuerte y claro en Sub, el EP que lanzaron en noviembre del 2017, pocos meses después de conformarse como grupo. Tres canciones que dibujan la identidad de estos chicos, legítimos herederos del trono platense, con el impulso de los Peces Raros y Fus Delei, con tintes del dance-punk de LCD Soundsystem y del rock pesado al mejor estilo Marilina Bertoldi.
Pero Sub es también retrato y protesta de una nueva generación cultural que ya ni cabe definir como “millennial”. Francisco Tomás, el cantante y guitarrista dice: “Sub es eso que está por debajo. Por debajo de la sociedad, de nuestros viejos, de la gente. Es no ser algo. No ser ya niño, pero tampoco adulto”. Es el problema de la juventud. Pero la juventud del nuevo milenio vive debajo del cielo del ciberespacio, en una realidad virtual y compleja.
«Es como si al chip que siempre tuvieron los jóvenes le hubieran hecho actualizaciones. Nosotros estamos viviendo lo ya cambiado, y eso condiciona también nuestra manera de producir”, dice Candela Sánchez, la baterista, que late verde con su pañuelo colgado en el bombo. Nacer después del fin del mundo acarrea también nuevos ideales y facilidades que parecen obvias: “No se nos ocurre que no exista la posibilidad de grabarnos en casa, que no exista el programa que usamos para editar”.
Y también es distinta (para algunos nueva) la manera de consumir arte, y particularmente música, cuando, muertos los discos físicos y los diarios de papel, las redes sociales y el streaming son vidrieras de la diversidad. Carmelo Crespo, el bajista, cuenta: “Tenemos una playlist colaborativa entre nosotros donde cada uno agrega canciones que le gustan. Hay desde bossa nova hasta tecno y rock pesado. No le tenemos miedo a la fusión natural, ni creemos que ninguna idea pueda circunscribirse exclusivamente a un género musical”.
Esa misma diversidad, que puede parecer un abismo cuando de formar un público se trata, es la que los alimenta. Y Candela Sánchez está segura de esto:“Puede parecer frustrante tener mucho para elegir, pero, por el contrario, como artistas, tenemos muchos más ojos y oídos a los cuales llamar la atención. Queremos y podemos llegar a todos lados”.
Los 2001 son el comienzo de una nueva generación, que se alimenta de su entorno para volcarse en él. “Queremos potenciar el arte joven. Ahora arrancamos con Casa Arabia, un proyecto nuevo, un espacio para hacer fiestas, encuentros con más artistas. Queremos devolver a la cultura independiente lo que nos dio y darle voz a la gente que tiene ganas de decir algo”, dice Francisco Tomás.
El mundo de hoy, distinto al de ayer, seguirá girando mañana. Y lejos de apichonarse, los 2001 estiran su ambición hacia otros lados. Juan Szelagowski dice que lo único que les juega en contra, siendo jóvenes del nuevo milenio, es la ansiedad: “Sabemos que si no llegamos a algo bueno este año, podemos esperar quince más. Tenemos esa comodidad. No nos corre nadie más que nosotros, pero nosotros nos ponemos nuestras presiones. Queremos hacer todo ya”.