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En la cresta de la ola: es ley

Ayer, el Senado de la Nación aprobó la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo luego de años de militancia transfeminista en el campo de derechos. Malen Sabella y Eugenia Gallo estuvieron en la Plaza de Congreso y cubrieron para ADM la noche que marcó un antes y un después en los cuerpos gestantes de todo el país.

Por Eugenia Gallo y Malén Sabella
Fotografías por Luciana Demichelis

Ningún país maneja diciembre como Argentina. Es martes 29. Argentina comienza la campaña de vacunación contra el COVID-19 y se convierte en uno de los 10 países del mundo con capacidad de vacunar a su población. La Cámara de Diputadxs discute la fórmula de las jubilaciones para que el Estado vuelva a defender el poder adquisitivo de lxs adultxs mayores. Y la Cámara de Senadores: la interrupción legal del embarazo. 

Son las diez de la noche y Máximo Kirchner levanta con sus manos los cartuchos de las balas de aquel 2017. En el Senado, el poroteo indica 3 votos positivos nuevos y la esperanza se vuelve irreversible. El contraste se hace evidente, este día es la contracara de lo que fue la Argentina tres diciembres atrás cuando solo hubo ajuste y represión de parte del Estado. Se repite el calor intenso del fin de año porteño, y de nuevo los cuerpos en lucha van llenando la misma plaza; pero el clima esta vez es distinto, esta vez huele a ampliación de derechos, esta vez las mayorías se vuelven con un derecho nuevo. Es que.. ningún país maneja diciembre como Argentina, tragedia o fiesta popular, nunca menos. 

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Son días limbo, entre navidad y año nuevo, con una pandemia de por medio que lleva más de 300 días en nuestro país y que está alerta ante el temor por el rebrote. Rumores de segunda cepa, inminentes encuentros familiares, la tradición popular de conquistar los derechos en la calle y la hipótesis de empate sostenida hasta último día. Épica, le dicen.

Es un día histórico y hay muchos sentimientos encontrados, frustraciones acumuladas de un año de desencuentros y virtualidad. Movilizar o no. ¿Solo estando ahí físicamente se expresa la fuerza de esta lucha histórica? ¿Salir o guardarse? ¿Cómo cuidarse? Muchxs se movilizan, al Congreso y en distintos puntos del país. Otrxs se quedan en casa, movilizando las redes, empujando para que salga con los mismos nervios que en la calle. Más de un millón y medio de personas están siguiendo la sesión por Youtube. Pero hay un dato que tranquiliza la conciencia: esta lucha ya conquistó las calles, lo que se juega hoy está en las manos de lxs senadorxs. 

Las vigilias del 2018, la resistencia a las bajas temperaturas de ese invierno en contraposición al clima candente de este diciembre y el ferviente compromiso militante fueron bisagras para visibilizar una realidad que existía, existe y existirá pero que se escondió demasiado tiempo en los sótanos de la sociedad: las mujeres y diversidades sexuales abortan. El aborto existió siempre, pero las que no tienen acceso al negocio de la clínicas privadas son las pacientes de riesgo de esta pandemia llamada hipocresía moral. 

El 2015 fue el año en el que se escribió el capítulo de la historia que marcó a fuego al movimiento de mujeres y diversidades como el sujeto político emergente con el potencial de tensionar y disputar poder. Los feminismos se ordenaron detrás de un objetivo político estratégico: militar el aborto hasta que sea ley. Así se selló un mandato transgeneracional entre las históricas y les pibis: construir hasta ganar porque no alcanza con tener razón, hay que tener la fuerza. 

Así siguieron uno tras otro los pañuelazos, los 8M, los paros de mujeres, los 9 de junio, los martes verdes y las infinitas estrategias de disputa y visibilización. Convirtiéndose en el movimiento transversal que le hizo el primer paro a Mauricio Macri, que logró convencer a Cristina Kirchner de acompañar el proyecto para saldar la deuda histórica que la democracia y el Estado tiene para con todas las personas gestantes y el que le exigió día a día al presidente Fernández que cumpla con urgencia su propuesta de campaña. Es hoy.

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¿Amiga, ya habló la de Río Negro? ¿Cómo se llaman lxs indecisxs? ¿A qué hora hablan? ¿Hay que sacar el permiso de circulación? ¿Cómo está Men*m? ¿A qué hora se vota? ¿Quién sabe el horario del tren? ¿Te pongo alcohol? ¿Estamos todas?

Con la bajada del sol, los trenes rumbo a Constitución llevan mayoritariamente pibis de pañuelos verdes. La luna llena en Cáncer empieza a asomar imponente y ya dos senadoras indecisas adelantaron el voto positivo. Se empieza a sentir la gesta popular. 

¡Asesina! Vos te vas a joder cuando mates a tus hijosle grita el hombre de la silla de ruedas que vende carilinas en el Roca a una piba que lleva puesto un barbijo con el dibujo de una Evita abortera, pañuelo verde en el cuello y los dedos en V en alto. 

Se lo dice a ella pero se lo dice a todas las que viajan en el mismo vagón. Insiste, se ensaña, grita cada vez más fuerte. ¡Tortilleras!, arremete. La tensión va en escalada, la mujer policía que también viaja en el vagón no se inmuta. Las pibas no se sienten seguras y actúan. Las agresiones no las amedrentan pero la impunidad ya no es tolerada. Los de seguridad del tren intervienen, el hombre se levanta de la silla de ruedas y camina hacia el guardia, le pone el pecho. ¿Ah… caminaba?, se preguntan entre ellas. Siguiente estación: Ezpeleta. Lo bajan, ahora entre puteadas y balbuceos empuja la silla con las manos como si fuera un carrito de supermercado. Les pibis del vagón aplauden. Ladran Sancho, señal de que esta noche la ganamos. 

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Pasada las nueve de la noche ya son tres las senadoras del grupo de lxs seis indecisxs que adelantaron su voto positivo. 32. 33. 34. Está pasando. Lxs indefinidxs van pronunciando su postura y marcan la diferencia. Celulares en mano la muchedumbre busca data de cómo viene la cosa. 35. ¿Ya es Ley? El conteo demuestra que la rosca tuvo su efecto y que la lucha de tantos años está cerca de conquistar un derecho fundamental. Los números dan esperanza. 36 y ya es casi un hecho que es Ley. Los mensajes empiezan a circular y la emoción a propagarse como virus. Las miradas que asoman en los barbijos denotan alegría. Hay que esperar. Mantener la prudencia porque nada está asegurado hasta que el tablero final lo indique, pero es inevitable sentir que Será Ley.

Mientras todo avanza en el recinto afuera se baila, se aguanta, se agita. Se lucha y se goza. La verdadera revolución de la alegría está ahí y el goce es el protagonista de toda esta discusión. Los abortos existen, eso es irrefutable. Nadie puede ignorar esa realidad más allá del color de pañuelo que lleva en su muñeca. El debate ronda en si esto seguirá significando un castigo en la vida sexual de millones de mujeres y diversidades, o si se consagrará al fin convirtiéndose en una política de Estado con perspectiva de salud pública, derechos humanos y justicia social.   

Los frascos de brillo se mezclan con los de alcohol en gel. Las espumas de la fiesta con los pulverizadores de desinfectante. Los strass decoran el sector de la cara que deja al descubierto el barbijo. El autocuidado y el cuidado colectivo son moneda corriente del movimiento transfeminista, eso que se aprendió a fuerza de tejer redes para protegerse de las múltiples violencias que ejerce el sistema patriarcal fue la esencia del protocolo que cada grupo de amigas aplicó a la vigilia para evitar ese virus letal que acecha mundialmente.

Miércoles 30: haciendo historia

Más de tres horas pasaron desde la medianoche. Las pantallas muestran a Cristina en el recinto por primera vez en largas horas. La pibada grita eufórica. Esto significa una sola cosa: se viene la votación y los votos están sobrados. 

¡Es un afano, suspendanlo!arranca a cantar un grupo de amigas entre el montón. Otras cruzan los brazos saludando cómo quien despide al perdedor en la final. Este es nuestro mundial, se sabe.

Está hablando la senadora mendocina Anabel Fernández Sagasti, es el cierre de último bloque y ella la última senadora militante por el derecho a decidir. Un senador más y se define.  

“Las sensaciones que tengo son la de los dos abortos que hice”, dice Tania. Y agrega: «Mi cuerpo dejó de ser mi cuerpo, e instantáneamente después de abortar era yo otra vez. Hasta hoy no todas las pibas tuvieron la oportunidad de volver a recuperar su cuerpo. Pienso en mi hermana que abortó hace diez días en Tucumán y que tuvo esa posibilidad. Eso siento. Y lloro. Y me emociono. Después de la pandemia y el año terrible que tuvimos, sentir el calor, el calor de los cuerpos, el de las voces de mis compañeras y las que ya no están también… lloro y me emociono».

¡Terminalo jefa!se escucha entre los bombos y el agite de la calle.

«Mañana va a ser un día distinto, como dijo Anabel y eso me hizo pensar en todos los abortos que acompañé», cuenta Pilar. Se le quiebra la voz y los ojos marrones se le cristalizan. Está hablando el jefe del bloque del Frente de Todos, son los minutos finales y el agite ensordece. «Realmente sentí que me hice cargo de algo muy grande. Hoy me doy cuenta lo grande que fue, de esa responsabilidad que fue un montón».

Ya pasaron los 25 minutosle dice Cristina Kirchner a Mayans, el senador del propio bloque con el que tuvo el histórico cruce a principio de este mismo año, que se esfuerza por estirar el resultado que ya es inevitable. 

Estoy esperando que pasen estos 25 min. con una sensación de incredulidadafirma Rocíoestoy ansiosa.

A las 4:12 de la madrugada, pasadas doce horas del inicio del debate, comenzó la votación.  Minutos de silencio total, nervios de todo un país a la expectativa y toda una región, porque este es el empuje para que otros países vecinos avancen en esta dirección. 

“Vamos a leer y rectificar los votos”, aclara Cristina. Uno por uno, todos los ojos puestos en las pantallas, los cuerpos en posición de alerta. Los pañuelos verdes flameando como bandera. Aprobado dice la pantalla antes de que Cristina lo confirme: 

Resulta aprobado con 38 votos afirmativos. 

Todo tembló. El patriarcado tambaleó. Por unos segundos el distanciamiento social quedó en el olvido y toda la energía en el aire se fusionó en un abrazo colectivo condimentado de llantos, gritos y recuerdos que atravesaban la mente de quienes abortaron, de quienes quisieron y no pudieron, de quienes en algún momento se sintieron solxs o desamparadxs, de quienes acompañaron a otrxs en esa situación y de quienes perdieron a alguien en la clandestinidad.

Se hizo Ley. Se hizo justicia. Los sentimientos del momento son indescriptibles, van tomando forma y dimensión con el pasar del tiempo. En ese instante todo fue emoción: shock y euforia en simultáneo. Una emoción colectiva como solo las revoluciones producen, cuando se toma conciencia del lugar en la historia que se está ocupando, de ser parte de un cambio fundamental en nuestro país: los cuerpos gestantes dejaron de ser ciudadanxs de segunda, el goce sexual dejó de representar un potencial peligro para millones de personas. 

El Estado, que tanto tiempo se lavó las manos, muestra la expresa voluntad política de hacerse responsable de una vez y para siempre de lo que ya se venía haciendo en redes hace cientos de años. Las brujas, los pueblos originarios, las socorristas, las consejerías, los grupos de amigas que contienen y acompañan consiguiendo el contacto de alguna compañera que conoce el protocolo; el contacto de alguien que tiene a su vez el contacto de alguien que consigue las pastillas. O en manos de lxs que lucraron durante años con el negocio del aborto clandestino.

El movimiento transfeminista construyó esta Ley: la militó, la luchó y la conquistó. Lo hizo de manera transversal y contundente, dando vuelta en dos años una votación en un escenario extraordinariamente complejo. Si hoy se está en la cresta de la ola es porque hubieron otras antes que la remaron, que agitaron la marea e hicieron que esto creciera para que todxs se subieran a surfearla. 

La política se puso las lentes feministas que lxs pibis le exigieron para ver desde una perspectiva verde la importancia de dar respuesta a este reclamo histórico y el peronismo hizo lo que mejor sabe hacer: garantizar derechos. Al calabozo no volvemos nunca más, a la clandestinidad tampoco. Dicen que a partir del 2020 el 30 de diciembre es la nueva Navidad, cuando año tras años se festeje esa fecha como el aniversario del día en que, en medio de una pandemia, el aborto en Argentina fue legal.